Betty Greene convenció a su hidroavión Grumman a dos mil pies.... De repente, silencio, silencio total. ¡El motor del avión se detuvo! Sus pasajeros jadearon, pero Betty sabía que debía permanecer tranquila. Sólo tenían una pequeña oportunidad de sobrevivir: el retorcido río de la selva debajo de ellos.

Cuando era una niña que crecía en las orillas del lago Washington Betty Greene tenía dos pasiones: el amor por Cristo y el amor por volar. Como joven piloto de la Segunda Guerra Mundial, Betty soñaba con combinar sus dos pasiones usando alas para servir a Dios.

El sueño de Betty se hizo realidad cuando ayudó a fundar la Misión de Aviación (MAF). Sus aventuras llenas de fe y su servicio fiel ayudaron a crear lo que hoy es un ministerio global que opera más de ochenta aviones en diecinueve países.